Aupada sobre tres colinas, cuatro ríos y un trazado medieval, la olímpica (y empinadísima) ciudad suiza atrajo a Coco Chanel, Audrey Hepburn y Charles Chaplin. Hoy, el foco está en Flon, el renovado barrio del diseño.
Es de esas ciudades en las que igual cabe uno de los metros más futuristas y ecológicos del mundo que que el personaje de un sereno con ropajes medievales anunciando cada noche las horas desde la torre de la Catedral. Y dato importante: cantando a voz en grito. ¿Objetivo? Aclarar a la población de la tan suiza, tan idílica y tan bella Lausana que puede dormir tranquila, que no hay fuego a la vista. La escena del cantarín vigilante se repite, desde 1405, todas las noches de 10 a 2. Y que sepamos, aún no ha habido casos de violencia noctámbula hacia su persona…
En cuanto al vanguardista metro, Lausana, capital del cantón de Vaud, lleva a gala ser la ciudad más pequeña del mundo (140.000 habitantes) con suburbano automático. El mérito, en realidad, está en salvar un desnivel de casi 500 metros en el tramo que va desde el encantador puerto de Ouchy, a orillas del Lago Lemán (o Ginebra: es el mismo) que da nombre a la región en la que estamos, hasta las enrevesadas callejuelas del casco antiguo, en la zona más alta (la Cité).
Referéndum para el Metro
Para la aprobación de esa línea de metro en 2008 se sometió a la población a un referéndum, ya que había que elegir si endeudarse o no. Y salió que sí. Normal. No era de recibo pasarse el día subiendo y bajando (es casi peor) empinadísimas cuestas, con rampas superiores al 15% de inclinación. Y es que la ciudad se desparrama a varias alturas sobre tres colinas y cuatro ríos, dos enterrados. El pavimento del centro, además, es empedrado, así que regla número uno para recorrerlo: cero tacones. Suerte que hay bastantes ascensores y puentes..
Allí arriba, en el casco histórico, rematado por la catedral (dicen que es la más bonita en estilo gótico de toda Suiza), se cuela una amalgama de palacetes de piedra mezclados con estilosos escaparates hasta arriba de bombones, mercadillos al aire libre, puestos de falafel y kebabs, cafés modernillos y vinotecas. También se concentra aquí buena parte de la actividad comercial, con curiosas tiendas independientes y todas las cadenas internacionales que se le ocurran.
Aun así, la zona de moda para ir de compras (y para casi todo) es el renovado Flon, un antiguo barrio industrial de trasbordo de mercancías (y no muy honrosa reputación) repleto de viejos almaneces reconvertidos en rompedores centros comerciales, escuelas de música, talleres creativos, restaurantes de diseño, tiendas vintage y salas alternativas. Destacan también los Pépinières, un trío de curiosos edificios ortogonales con fachadas que recrean elementos vegetales. Flon es el sitio, además, para salir de noche, con bares de música en vivo y electrónica.
El refugio de lord Byron
Pero volvamos al pasado y a la época en la que recaló Coco Chanel huyendo de la II Guerra Mundial. En el lujoso hotel Beau-Rivage Palace, pegado al lago, daba rienda suelta a sus amoríos con un oficial nazi. La diva acabó muriendo en París, pero su tumba está en el cementerio de Bois-de-Vaux de Lausana, como ella quiso. Dicen que hasta la diseñó, con cabezas de leones esculpidas sobre el mármol. Otros moradores ilustres fueron Audrey Hepburn y Charles Chaplin, cuyo museo abrirá en breve en la cercana Corsier-sur-Vevey. Hasta lord Byron escribió El prisionero de Chillon en el Hôtel d’Angleterre.
También hay hueco en Lausana para un museo que simboliza lo contrario a tanto hedonismo hecho ciudad: el arte marginal. O de L’Art Brut, con obras de desequilibrados, presos, alcohólicos y demás personajes anti-sistema supuestamente ajenos a los preceptos del arte. Ésa es la gracia del lugar: estar abarrotado de creaciones nacidas de los impulsos más anárquicos de quien nunca supo de teorías estéticas.
Es uno de los museos más importantes de la segunda urbe de la Suiza francófona (primera: Ginebra), con permiso del dedicado a las Olimpiadas, el más visitado del país. Por algo está aquí la sede del Comité Olímpico Internacional (COI) desde 1914. En el museo, con fotogénicas vistas al lago, hay maquetas de estadios, camisetas y bañadores de los deportistas, esquíes que parecen sacados del Pleistoceno o pantuflas made in Atenas 2004. No falta la colección enterita de mascotas, empezando por el antigeométrico Cobi. Y si quiere marcarse un selfie, ahí tiene el podio de Sidney 2000 para bordarlo.
Por: Isabel García
Fuente: http://www.ocholeguas.com/2015/10/22/europa/1445524501.html