Foto: El ‘Metrocable’ es uno de los símbolos de la transformación que ha vivido la ciudad de Medellín en los últimos veinte años. (Reuters)
Hace veinticinco años una Colombia segura y próspera parecía imposible. Sin embargo, hoy está al alcance, sostiene Andrés Velasco, exministro chileno de Finanzas y profesor de la Columbia University.
En Medellín, la segunda mayor ciudad de Colombia, uno puede escuchar una impresionante presentación hecha por la alcaldía sobre parques industriales emergentes y nuevas empresas tecnológicas. Acto seguido, un vistazo al teléfono inteligente revela que los guerrilleros acaban de secuestrar a un general del ejército, y que por eso se han congelado las negociaciones para poner fin a la larga guerra civil con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), el grupo guerrillero más antiguo de América Latina.
Colombia es el único país latinoamericano donde es posible asistir a seminarios dictados en universidades de nivel mundial, informarse sobre la proliferación de empresas multinacionales de origen local y charlar con autoridades de reconocida competencia, mientras a unos pocos kilómetros de distancia connacionales se enfrentan con machetes y bazucas. En este sentido, Colombia está constituida por dos naciones, las que llevan demasiado tiempo luchando entre sí.
Por una parte, existe la Colombia del rápido crecimiento económico y del auge de las inversiones extranjeras, de las ciudades modernizadas y de las políticas sociales innovadoras. Por la otra, está la Colombia del Coronel Aureliano Buendía, el personaje de Gabriel García Márquez, quien dio inicio a 17 guerras civiles – y fue derrotado en todas ellas.
Lo malo es que la lucha entre las dos Colombias ha tenido un costo humano tremendamente alto, haciendo víctimas de la pobreza, de la guerra y de las violaciones a los derechos humanos a muchos colombianos por demasiado tiempo. Lo bueno es que la Colombia moderna, la nación de la paz y del progreso, está ganando esa lucha.
Los frutos de esta victoria se aprecian en lugares como Medellín, ciudad que hace apenas 20 años era sinónimo de violencia y carteles de narcotraficantes. Hoy día, alcaldes y urbanistas que buscan un modelo de renovación urbana acuden en masa a Medellín para admirar sus bibliotecas públicas portadoras de cultura a barrios populares de los cerros, y sus lustrosos funiculares que todos los días transportan a sus habitantes a su trabajo. Es difícil identificar otra ciudad que en los últimos años haya pasado por una transformación tan fundamental como Medellín – aunque es posible que Dubái y Shanghái estén cerca.
Colombia continúa siendo una sociedad altamente desigual, donde el coeficiente de Gini, una forma común de medir la desigualdad, permanece alrededor del 0,5 – en el mismo rango que Brasil y Chile. El problema tiene muchas causas, entre ellas un mercado laboral que funciona de manera deficiente porque obliga a muchos colombianos a aceptar trabajo informal o a quedarse sin trabajo.
Pero el gobierno no rehuye hablar de redistribución. De hecho, ha ampliado las transferencias, tales como aumentos de pensiones para los jubilados pobres, y sus políticas han llevado a la disminución del desempleo por cinco años consecutivos.
El gobierno del presidente Juan Manuel Santos tiene raíces en las fuerzas políticas de la centro-derecha colombiana. Pero como señaló Mauricio Cárdenas, el ministro de Hacienda, recientemente en Medellín ante una convención de la banca, la prudencia fiscal y las políticas sociales activistas del gobierno lo colocan entre los adeptos a la “tercera vía” socialdemócrata. Existen dos factores que dentro de los próximos años podrían impulsar el desarrollo de Colombia. Uno de ellos es la Alianza del Pacífico, que incluye también a México, Perú y Chile.Las empresas aprenden a exportar nuevos productos vendiéndolos en mercados regionales, pero en América del Sur, la retórica de la integración comercial se ha visto obstaculizada por la dura realidad del proteccionismo. Afortunadamente, esto está cambiando con la consolidación del bloque de libre comercio entre los países de la Cuenca del Pacífico – en la que residen 215 millones de personas y que es responsable del 37% del PIB de América Latina.
El segundo factor – todavía por llegar – es la paz, en la forma de un cese definitivo de hostilidades con las FARC. Esta no es la primera vez en que se han suspendido las conversaciones, y puede que no sea la última. Sin embargo, las negociaciones nunca habían llegado tan lejos como ahora, cuando se han logrado importantes acuerdos en diversos ámbitos.
No hay nada más importante que construir una Colombia donde sus ciudadanos ya no teman verse envueltos en tiroteos o ser secuestrados de sus hogares en medio de la noche. Pero tampoco se debe subestimar el dividendo económico de la paz, que economistas en Bogotá estiman podría incrementar el crecimiento del PIB hasta en un punto porcentual al año durante una década o más.
Hace veinticinco años una Colombia segura y próspera parecía imposible. Sin embargo, hoy está al alcance. En momentos en que los conflictos políticos se intensifican y en que en materia de desarrollo existen pocos finales felices, los colombianos están dando motivos de esperanza al mundo.
Fuente: Swissinfo (Este artículo se publicó primero en el portal Project Syndicate)
Por Andrés Velasco, profesor de la Universidad de Columbia
Traducido del inglés por Ana María Velasco